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Enviado por ticdev el

“Es muy importante conocer las señales de alerta para minimizar el riesgo de un intento suicida”

28/09/19 – Como cada año, el pasado 10 de septiembre se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y Maite Gálvez, directora de AFES Salud Mental Murcia y Comarcas, es una gran conocedora del tema. Esta asociación fue creada en 1980 para mejorar la calidad de vida de las personas con problemas de salud mental y la de sus familiares, eliminar estigmas y reivindicar y defender sus derechos, entre otros cometidos. En Las Torres de Cotillas cuenta con un Centro de Día, una residencia y una vivienda tutelada y en Murcia permanece su sede social y otro Centro de Día.


 

 

¿Qué factores de riesgo se detectan en la conducta suicida?

Hay tres tipos de riesgos en la conducta suicida: personales, familiares y sociales.

Entre los factores personales encontramos:

  • Presencia de una enfermedad médica invalidante.
  • Padecer una enfermedad mental, especialmente depresión, trastorno bipolar, trastorno por abuso de sustancias, esquizofrenia o trastorno límite de la personalidad.
  • Debut reciente en una enfermedad mental grave y persistente.
  • Alta reciente de una unidad de hospitalización psiquiátrica.
  • Mala evolución de la enfermedad mental, caracterizada por constantes recaídas, o por la presencia persistente de sintomatología activa.
  • Escasa adherencia al tratamiento farmacológico preescrito.
  • Antecedentes personales de ideación o tentativas suicidas. La existencia de antecedentes personales de intentos autolíticos en el pasado, es uno de los factores de riesgo que más claramente se asocian a la posibilidad de un futuro suicidio consumado:
  • A más número de intentos, mayor riesgo.
  • A más gravedad de los intentos previos, mayor riesgo.
  • Sentimientos de fracaso personal, indefensión y desesperanza frente a la vida y su futuro.
  • Altos niveles de impulsividad, agresividad y baja tolerancia a la frustración.

Los principales factores de riesgo familiares son:

  • Antecedentes familiares de suicidio.
  • Pertenecer a una familia con altos niveles de crítica y hostilidad.
  • Abuso de alcohol o drogas en la familia.
  • Haber sufrido o sufrir maltrato físico, psicológico y/o abuso sexual.

Y en los factores de riesgo sociales aparecen:

  • Ausencia/pérdida de una red social de apoyo.
  • Aislamiento social.
  • Dificultad para acceder a los servicios de atención socio-sanitarios especializados: Servicios de Salud mental y Servicios Sociales.
  • Presencia de acontecimientos vitales negativos (muerte de una persona querida, ruptura de pareja, problemas legales…).

 


¿Cuáles son las señales de aviso?

Muchas personas, antes de intentar suicidarse, evidencian una serie de signos y síntomas que hacen posible la detección del riesgo suicida. Es muy importante conocer cuáles son estas señales de alerta para minimizar el riesgo de un intento suicida. Éstas son algunas que pueden indicarnos que alguien está pensando en acabar con su vida:

Señales de alerta verbales:

  • Comentarios o verbalizaciones negativas sobre sí mismo o sobre su vida. P.e. no valgo para nada, soy una carga para todos, estoy cansado de luchar, etc.
  • Comentarios o verbalizaciones negativas sobre el futuro. P.e. lo mío no tiene solución, las cosas no van a mejorar nunca, etc.
  • Despedidas verbales o escritas. P.e. quiero que sepas que en todo este tiempo me has ayudado mucho.
  • Comentarios o verbalizaciones relacionadas con el acto suicida o la muerte. P.e. me gustaría desaparecer, quiero descansar, nadie me quiere y es preferible morir, etc.

Señales de alerta no verbales:

  • Cambio repentino en su conducta. Este cambio puede ir en dos sentidos:
  • Aumento significativo de irascibilidad, irritabilidad, ingesta de bebidas alcohólicas en cantidades superiores a las habituales y con una frecuencia inusual.
  • Período de calma y tranquilidad repentino cuando previamente ha presentado gran agitación. Considerar esta situación como una mejoría de la persona podría ser un error; puede constituir una señal de peligro de riesgo inminente.
  • Aparición de lesiones recientes en alguna parte del cuerpo.
  • Regalar objetos muy personales, preciados y queridos.
  • Cerrar asuntos pendientes.
  • Preparación de documentos para cuando uno no esté (testamento, seguro de vida, etc.)

La identificación de estas señales de alerta está directamente relacionada con la presencia de una ideación suicida. Ahora bien, el hecho de que no se detecten estas señales no significa que la persona no pueda llevar a cabo un intento de suicidio.

 

 


¿Todas las personas con tendencias suicidas padecen un trastorno mental o una persona sana puede llegar a esa situación?

Se estima que al menos el 90% de las personas que atentan contra su propia vida sufre alguna enfermedad mental.  En la depresión el riesgo de suicidio se multiplica por 21, en los trastornos por alimentación por 33, y en las toxicomanías por 86.

Pero no todas las personas que se suicidan tienen una enfermedad mental diagnosticada ni la padecen per se. El suicidio aparentemente se nos presenta como una solución permanente ante un intenso dolor emocional, mental y/o físico temporal, o para las relaciones interpersonales disruptivas. Aunque no lo parezca, muchas veces la desesperanza, el dolor y el vacío son estados temporales, no permanentes.

El suicidio puede ser el resultado de un acto impulsivo repentino o de una planificación muy cuidadosa. La impulsividad necesaria para el acto, no persiste indefinidamente (no hay que desesperarse, ya que normalmente la persona no tiene la idea permanente en su cabeza).

La mayoría de las personas que piensan en suicidarse realmente no quiere morir, lo que desea es liberarse de las circunstancias intolerables de su vida y del sufrimiento emocional, mental y físico que siente. Es por ello, que casi siempre viven en una constante ambivalencia entre razones para vivir frente a razones para morir, y es la conducta suicida la única alternativa que ven.

 

 


¿Qué puedo hacer para ayudarme a mí mismo o a otra persona?

Cuando se detecta una o más de las señales de alerta referidas o ante una situación potencial de riesgo suicida, se deben tener en cuenta distintas estrategias de actuación:

Tener disponibles teléfonos de emergencia o ayuda. Es muy importante contar con el apoyo de los distintos agentes que integran la red preventiva del suicidio: médicos, psiquiatras, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales, familiares y amigos.

  • Limitar el acceso a posibles medios lesivos. Tener siempre presente que las personas en riesgo suelen utilizar aquellos medios letales que son accesibles y más conocidos.
  • No dejar sola a la persona: Involucrar a las familias y a los amigos. Los sentimientos de desesperanza, la impulsividad y el aislamiento social son factores que combinados multiplican el riesgo de suicidio y sincronizan la acción. Además sabemos que la recuperación tiene su propio tiempo y que ésta muchas veces no es percibida cognitivamente por la persona afectada. El aislamiento es incompatible con la oportunidad que pueda tener una persona para expresar su estado emocional a otra que le pueda proporcionar una visión más realista y ajustada sobre sí mismo y sus circunstancias. Un estilo de vida aislado, también priva a las personas de la comprensión y el cuidado que podrían recibir de la familia y de los amigos. A veces, los amigos llegan allí a donde las familias no pueden llegar, pedirles su colaboración.
  • Mejorar las habilidades: preguntar y escuchar. Preguntar sobre la existencia de las ideas suicidas no incrementa el riesgo de desencadenar este tipo de acto y puede ser la única oportunidad, tal vez la última, de iniciar las acciones preventivas. Es muy importante:
  • No juzgar a la persona. No reprocharle su manera de pensar o actuar.
  • Tomar las amenazas en serio, no criticar, no discutir, no utilizar sarcasmos, ni desafíos.
  • Minimizar sus ideas es una actitud equivocada.
  • No entrar en pánico.
  • Adoptar una disposición de escucha auténtica y reflexiva.
  • Comprender que, por muy extraña que parezca la situación, la persona en riesgo está atravesando por un momento muy difícil en su vida.
  • Emplear términos y frases amables y mantener una conducta de respeto, p.e. “Me gustaría que me dieras una oportunidad para ayudarte”.
  • Hablar de su idea de cometer suicidio abiertamente y sin temor (descartar el mito de que nosotros le vamos a dar la idea de suicidarse).
  • Conocer los motivos que le llevan a querer acabar con su vida y barajar alternativas de solucionarlo o brindar apoyo emocional si ya no tiene solución.
  • Estar atento a las señales de alarma.

 


¿Qué se debe hacer en caso de riesgo de suicidio inminente?

Los facilitadores sociales como bomberos y miembros de las fuerzas de seguridad, pueden encontrarse en su desempeño profesional ante situaciones de riesgo inminente de suicidio. Su objetivo es disuadir a la persona de su intención de suicidarse, rescatándola y garantizando su seguridad hasta que sea transferida a los servicios de emergencia sanitaria. Además de tener en cuenta las recomendaciones anteriores, se aplicarán las siguientes más específicas:

  • En caso de que la persona en riesgo contactara telefónicamente, se intentará recabar la máxima información y mantenerla el mayor tiempo posible al teléfono.
  • Antes de intervenir en una situación de riesgo de suicidio inminente, es conveniente haber obtenido toda la información posible entre las personas del entorno (nombre, posible precipitante del intento, problemas principales, intentos previos y método, consumo de alcohol y drogas, enfermedad mental o física, profesión, contexto sociofamiliar, aficiones y preferencias etc.).
  • Desde el primer momento actuar con mucha paciencia, tranquilidad y empatía, transmitiendo calma y creando un clima de confianza mediante una actitud comprensiva, de escucha auténtica e interés genuino por la persona.
  • Realizar un acercamiento físico muy progresivo, sin brusquedades, manteniendo inicialmente una distancia prudencial que no resulte ni fría ni invasiva para la persona.
  • Puede facilitar la aproximación el referirse a la mayor privacidad y comodidad en la comunicación, que siempre han de tenerse en cuenta. Si la persona lo permite, el contacto físico (p.e. mano sobre un hombro) puede ser muy positivo y contenedor de las emociones.
  • A veces puede ser útil un abordaje indirecto, interesándose por las necesidades básicas de la persona (p.e. beber agua, abrigo para el frío, etc.) para cambiar el foco de atención y que la persona se sienta cuidada y atendida.
  • Utilizar frases cortas: es más probable el fracaso cuando se habla más de lo que se escucha. Tolerar los silencios, también comunican. Estar atentos a la comunicación no verbal (p.e. tensión gestual, temblor etc.).
  • Preguntar cuando sea posible por los motivos para querer suicidarse, empezando por preguntas generales y yendo progresivamente hacia la concreción. Utilizar la palabra “suicidio” con normalidad, sin que la persona perciba rechazo alguno.
  • Si la decisión de suicidarse es firme, se intentará generar ambivalencia o dudas sobre este propósito. Si ya existen dudas, se procurará reforzar los aspectos negativos de la decisión.
  • Se evitará generar falsas expectativas y formular promesas que no se puedan cumplir.
  • Puede facilitar la comunicación el compromiso de guardar secreto por parte del profesional interviniente, salvo que se trate de información delictiva o imprescindible para otros servicios (p.e atención médica).
  • Se preservará todo lo posible la imagen pública de la persona.
  • Es clave transmitir a la persona en riesgo que la situación en la que se encuentra tiene salida, y que, aunque aún no haya encontrado solución a la misma, ésta existe. Se intentará encontrar conjuntamente alternativas que la “visión en túnel” de la lógica suicida impide vislumbrar.

 


Según los datos, el suicidio es la principal causa externa de muerte en España, por encima incluso de los accidentes de tráfico. ¿A qué se debe esta situación?

Es muy difícil tener una contestación clara a esta pregunta, ya que en esta situación entran en juego un conglomerado de factores y multitud de elementos de riesgo y causas precipitantes que impiden definir este extremo.


¿Cuáles son los principales mitos sobre el suicidio?

Los medios de comunicación no deben hablar del suicidio para evitar el “efecto llamada”. Por el contrario, la publicación responsable y adecuada por parte de los medios es fundamental y puede ayudar a prevenir el suicidio.

  • “El suicidio no se puede prevenir”. Sí se puede y es fundamental la detección temprana y poder disponer de los recursos profesionales y espacios adecuados.
  • “Los intentos de suicidio son una llamada de atención”. En absoluto. Un intento de suicidio es una manifestación de sufrimiento y desesperación que siente la persona.
  • “La persona que realmente quiere acabar con su vida no avisa”. Muchas personas avisan de alguna forma a su entorno cercano de sus intenciones.
  • “Las personas que se suicidan son valientes o egoístas”. La conducta suicida no es cobarde ni valiente, está vinculada a un altísimo grado de sufrimiento de la persona.
  • “Preguntar a una persona si está pensando en suicidarse puede incitarle a hacerlo”. Al contrario, está demostrado que preguntar y hablar con la persona sobre la presencia de pensamientos suicidas, disminuye el riesgo de cometer el acto. Se recomienda preguntar y escuchar a la persona en riesgo sobre sus pensamientos y emociones relacionadas con la conducta suicida aliviará su tensión. Es muy importante que adoptemos una disposición de escucha auténtica y respeto, lo que le indicará que nos preocupa y que deseamos ayudarle. Discutir o minimizar estas ideas es una actitud equivocada.
  • “Sólo las personas con problemas graves se suicidan”. El suicidio es multicausal. Muchos problemas pequeños pueden llevar al suicidio, además, lo que para unos es algo nimio, para otros puede ser algo catastrófico. Es erróneo pensar que no podemos hacer nada para prevenir la conducta suicida. El suicidio y/o sus intentos, en muchas ocasiones, se puede prevenir y es por ello muy importante que aprendamos a detectar las señales de alerta de riesgo inminente, y que conozcamos cuáles son los factores que reducen o incrementan su aparición. Valorar, desde nuestro punto de vista, lo que para otros puede ser grave o menos grave, puede llevar a que infravaloremos el dolor que les puede causar.

 


¿Qué papel juega y debe jugar la sociedad ante este problema?

Un papel trascendente, porque en la medida que ésta esté concienciada, podrá ser capaz de acabar con los mitos, el estigma y la culpa para facilitar que las personas con ideaciones suicidas pidan ayuda.


¿Qué mejoras serían necesarias en este sentido?

Desde nuestra Confederación Salud Mental España se propone: trabajos con medios de comunicación; visibilización de las personas con problemas de salud mental; orientación sobre salud mental; campañas y acciones con la sociedad; teléfono público y gratuito, de tres cifras, para la prevención del suicidio; fomento de la participación y el empoderamiento; y estudios, guías y publicaciones.


¿Cree que se trabajan lo suficiente las medidas para la prevención del suicidio en España?

No, queda casi todo por hacer. Es urgente la elaboración de un Plan de Actuación Nacional y Regional de Prevención del Suicidio y la actualización de la Estrategia en Salud Mental del Servicio Nacional de Salud.